No, no se trata de ahorrar en la compra sino
de gozar del placer de verlo, de cuidar esas plantitas y de paso,
instintivamente, cuando te las vas comiendo recordar (por ejemplo) a qué sabía
de verdad una fresa. Entonces empiezas, quieras que no, a ser más consciente de
la "basura-alimentaria" vendida a fuerza de mensajes falsos que nos metemos a
diario entre pecho y espalda, y, otra vez quieras
que no, empiezas a tomar decisiones sobre lo que comprarás en adelante, pero
mucho cuidado porque informarse puede tener consecuencias, tanto que, a lo
peor, resultaba preferible la antigua bendita-comodidad de la ignorancia para
no verse impulsado al esfuerzo de realizar cambios de hábitos. Y ¿quién no podría
criar de verdad una o dos macetas en su propia casa con una simple lechuguita
dentro?.
Y hay otro aspecto, por razones bioquímicas perfectamente serias, un
mayor aroma y sabor en las frutas y en las verduras suele estar relacionado con una
mayor presencia de vitaminas y antioxidantes en su composición.
Y aun más, los
niños pueden dejar de asociar estos alimentos sanos a platos insípidos, e
incluso, hasta pueden divertirse en grande viendo en su casa que las lechugas
no nacen en los supermercados ¡y que ellos podrían hasta criarlas y comérselas!